martes, 14 de agosto de 2012

ERASE UNA VEZ...


                  

Erase una vez.... A Anabel le gustaba escribir cuentos y todos los cuentos empezaban igual. Erase… Pero esta vez  no quería escribir un cuento, no quería dejar su  imaginación volar en un mundo de fantasía; ese día quería contar  su realidad.
Erase una vez… una niña que vivió feliz, a pesar de que en su casa no había demasiadas cosas materiales para compartir. Pero existía amor; amor y felicidad, habían abrazos, besos, ternura y una gran humanidad.

Y fue creciendo y fue formándose dentro de si, un  mundo  muy particular. Su padre solía  llamarla  cuando  mirando  las  estrellas la veía, ¡ Mi pequeño corazón de fantasía!.
La vida fue avanzando llena  de  momentos de felicidad, entre cuentos de  Sisi, El Jabato, Rín tín-tín y muchos más. Momentos que llenaron el corazón, de recuerdos llenos de amor.

Y fue avanzando el tiempo, ¿acaso el tiempo no estaba compuesto de momentos ? Momentos que durante años, fueron difíciles de asimilar, pues se llenaron de silencios, lloros y rencor, miedos, esperas y desconsuelos.
Todo con los ojos cerrados, quiso guardar en un baúl con mil candados, para no volverlos a tocar.

Pero aunque con mil candados el pasado se quiera guardar, hasta que no lo cogieras en las manos  y a los ojos te atreviera  a  mirarlo, nunca conseguiría aceptarlo y hacerlo una parte más de su caminar. Después cuando recordara esos momentos, el muro del tiempo, los dejaría atrás, muy atrás, cubriéndolos con otros recuerdos de momentos, que su huella en la parte del corazón  donde  se  guardan con ilusión, retazos de amor, harían que estos con paz, del baúl de los recuerdos los pudiera sacar. Sería entonces cuando el pasado sería  capaz de mirar.

El pasado, que ya había  quedando esculpido en el libro que empezó, cuando sus ojos, vieron la luz del sol por primera vez y según  los  rayos de este iban llenándole  de  calor, con letras que iban naciendo de dentro, fueron quedando en él, para los que un día lo leerían. Momentos buenos que saborear y otros que quedarían, como pequeñas gotas de agua fría de invierno, que resbalarían  sobre un cristal y cuando el sol saliera radiante, se difuminarían con su calor,  quedando solo en el recuerdos para enseñarle a andar.

Sus recuerdos eran inmensos, su  baúl  repleto estaba. Mirándolos todos, poco a poco, sobre  el libro que un día unas manos llenas de amor para ella su primera página dedico, iba escribiendo y dejando sobre este la huella de su caminar.
En este caminar ahora entendía, que habían personas que junto a ella, pudieron saborear, momentos tan hermosos que no olvidarían  jamás.
Y sobre sus páginas iba tejiendo una tela de araña con hilos de comprensión, amor, sonrisas y notas de color.

Dibujo la sonrisa de un padre, al que solo así quería recordar; dos palomas que acariciaba su  rostro  cuando  se  iba a descansar; varias  flores  que  con  sus perfumes, sus  días  llenaban de alegría y emoción; el beso de un amado que un día la cautivo; la alegría de  dos luceros que iluminaron su corazón; una  Gaviota  que crecía y sobre su hombro, cuando esta cansada se dejaba reposar; un Gavilán adolescente que la miraba con amor, pidiéndome su opinión, cuando no sabía que rumbo tomar; una bandada de Ruiseñores y Luciérnagas  que  a  su  alrededor, con sus vuelos la solían acompañar y con su comprensión y apoyo ayudar y ¡ tantos y tantos dibujos que sus manos aún tendrían que dibujar !.

Y esa  era su realidad. No era un cuento que del mundo de la fantasía pudiera sacar y empezar con el Erase una vez... Esta vez no existía el Erase una vez..., no deseaba escribir Erase..., sino, Es… era su realidad… un libro que un día, las manos de una flor muy especial con un inmenso amor maternal, quiso con su firma, la primera página empezar y dejando sus hojas en blanco, le dio la  oportunidad de que ella, dejara sobre  estas, los pasos que daría en su caminar.

Unas veces serían momentos de dolor, otras de felicidad, pero estaba aprendiendoe a vivirlos todos con la suficiente paz.
Por esta razón, hoy no quería escribir un cuento, pues su vida no es un cuento; eras una sucesión de momentos. Momentos que en su mente guardaba en el baúl de los recuerdos, el cual   de  vez  en cuando abría con la llave de la ilusión y empapándose con ellos, ponía la paz en su corazón.

Dentro se cuidaba de dejar a su amiga la soledad; le pedía que durmiera un poco más hasta que pudiera con  ella  hablar, sobre  lo  que a su vida trajo y en esta significo, para entender, ¿ qué fue, qué era, qué quería ser ! y sobre su libro  seguir  escribiendo  su  vida, como si fuera un cuento; un cuento lleno de momentos, que un día sus  nietos  con cariño puedan leer y entre cuentos, poesías y escritos inspirados en sentimientos, descubrieran como era su abuelita por dentro.


   Annia Mancheño

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