Erase una vez.... A Anabel le gustaba
escribir cuentos y todos los cuentos empezaban igual. Erase… Pero esta vez no quería escribir un cuento, no quería dejar
su imaginación volar en un mundo de
fantasía; ese día quería contar su realidad.
Erase una vez… una niña que vivió feliz,
a pesar de que en su casa no había demasiadas cosas materiales para compartir.
Pero existía amor; amor y felicidad, habían abrazos, besos, ternura y una gran
humanidad.
Y fue creciendo y fue formándose dentro de
si, un mundo muy particular. Su padre solía llamarla
cuando mirando las
estrellas la veía, ¡ Mi pequeño corazón de fantasía!.
La vida fue avanzando llena de
momentos de felicidad, entre cuentos de
Sisi, El Jabato, Rín tín-tín y muchos más. Momentos que llenaron el
corazón, de recuerdos llenos de amor.
Y fue avanzando el tiempo, ¿acaso el
tiempo no estaba compuesto de momentos ? Momentos que durante años, fueron
difíciles de asimilar, pues se llenaron de silencios, lloros y rencor, miedos,
esperas y desconsuelos.
Todo con los ojos cerrados, quiso guardar
en un baúl con mil candados, para no volverlos a tocar.
Pero aunque con mil candados el pasado se
quiera guardar, hasta que no lo cogieras en las manos y a los ojos te atreviera a
mirarlo, nunca conseguiría aceptarlo y hacerlo una parte más de su caminar. Después cuando recordara
esos momentos, el muro del tiempo, los dejaría atrás, muy atrás, cubriéndolos
con otros recuerdos de momentos, que su huella en la parte del corazón donde
se guardan con ilusión, retazos
de amor, harían que estos con paz, del baúl de los recuerdos los pudiera sacar.
Sería entonces cuando el pasado sería capaz de mirar.
El pasado, que ya había quedando esculpido en el libro que empezó,
cuando sus ojos, vieron la luz del sol por primera vez y según los
rayos de este iban llenándole
de calor, con letras que iban
naciendo de dentro, fueron quedando en él, para los que un día lo leerían. Momentos
buenos que saborear y otros que quedarían, como pequeñas gotas de agua fría de
invierno, que resbalarían sobre un
cristal y cuando el sol saliera radiante, se difuminarían con su calor, quedando solo en el recuerdos para enseñarle a
andar.
Sus recuerdos eran inmensos, su baúl
repleto estaba. Mirándolos todos, poco a poco, sobre el libro que un día unas manos llenas de
amor para ella su primera página dedico, iba escribiendo y dejando sobre este
la huella de su caminar.
En este caminar ahora entendía, que habían
personas que junto a ella, pudieron saborear, momentos tan hermosos que no
olvidarían jamás.
Y sobre sus páginas iba tejiendo una tela
de araña con hilos de comprensión, amor, sonrisas y notas de color.
Dibujo la sonrisa de un padre, al que
solo así quería recordar; dos palomas que acariciaba su rostro
cuando se iba a descansar; varias flores
que con sus perfumes, sus días
llenaban de alegría y emoción; el beso de un amado que un día la
cautivo; la alegría de dos luceros que
iluminaron su corazón; una Gaviota que crecía y sobre su hombro, cuando esta
cansada se dejaba reposar; un Gavilán adolescente que la miraba con amor,
pidiéndome su opinión, cuando no sabía que rumbo tomar; una bandada de Ruiseñores
y Luciérnagas que a
su alrededor, con sus vuelos la solían
acompañar y con su comprensión y apoyo ayudar y ¡
tantos y tantos dibujos que sus manos aún tendrían que dibujar !.
Y esa
era su realidad. No era un cuento que del mundo de la fantasía pudiera
sacar y empezar con el Erase una vez... Esta vez no existía el Erase una
vez..., no deseaba escribir Erase..., sino, Es… era su realidad… un libro que
un día, las manos de una flor muy especial con un inmenso amor maternal, quiso
con su firma, la primera página empezar y dejando sus hojas en blanco, le dio
la oportunidad de que ella, dejara
sobre estas, los pasos que daría en su
caminar.
Unas veces serían momentos de dolor, otras
de felicidad, pero estaba aprendiendoe a vivirlos todos con la suficiente paz.
Por esta razón, hoy no quería escribir un
cuento, pues su vida no es un cuento; eras una sucesión de momentos. Momentos
que en su mente guardaba en el baúl de los recuerdos, el cual de
vez en cuando abría con la llave
de la ilusión y empapándose con ellos, ponía la paz en su corazón.
Dentro se cuidaba de dejar a su amiga la
soledad; le pedía que durmiera un poco más hasta que pudiera con ella
hablar, sobre lo que a su vida trajo y en esta significo, para
entender, ¿ qué fue, qué era, qué quería ser ! y sobre su libro seguir
escribiendo su vida, como si fuera un cuento; un cuento lleno
de momentos, que un día sus nietos con cariño puedan leer y entre cuentos,
poesías y escritos inspirados en sentimientos, descubrieran como era su
abuelita por dentro.
Annia
Mancheño
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